Fields of hope — Técnicas.

¡Teniente Fuwa! ¡Teniente Fuwa! —Los gritos de uno de los Shinigamis rasos del escuadrón la hicieron levantar la cabeza. Estaba sentada, con una montaña de papeles entre manos, sí, era su deber, por desgracia. Se levantó y caminó hacia la puerta.— Para. Toma aire y cuéntame que sucede. —Ordenó al chico de oscuros cabellos. Él, después de tomar aire se dispuso a hablar. — Uns Hollows apareció en los límites del quinto escuadrón... Ya enviamos a alguien pero... No pudieron hacer nada en su contra. —Explicó apurado, el terror se fue formando en sus facciones, completamente aterrado. Aika suspiró y asintió con el gesto de la cabeza.— Está bien, yo iré... Reúne un pequeño grupo y haz volver a los demás. —Mientras el otro Shinigami se apuraba a hacer lo que le mandaron, salió de la habitación y dejó que la puerta se cerrara detrás suya. Maldijo por lo bajo ¿cómo deshacerse de unos hollows cuando apenas tenía manejo sobre los Hado? Aun así, tenía un deber que la esperaba. Se reunió con el grupo de diez Shinigamis y les ordenó que la acompañaran y tuvieran cuidado, su voz, segura y amable, dio la sensación a todos que sabía a la perfección que hacer.

La noche hacía de aquél bosque uno aun más lúgubre y espantoso, aun así, armada de un valor que realmente no sentía siguió dirigiendo al grupo por aquél espeso y oscuro lugar. La llevaron hasta el último lugar donde aquellos seres fueron avistados y se sorprendió por los rastros de pelea que habían dejado.— Vamos a dividirnos en tres grupos, si encuentran algo, harás saber a los demás también. No actuad solos, sería extremadamente peligroso. —Todos afirmaron con un gesto de cabeza y, la castaña pudo alejarse con más tranquilidad, confiaba que harían lo que se le habían ordenado. Lo que no esperó fue que su proprio grupo encontrara uno de aquellas horribles criaturas, a pocos pasos de ellos, sujetando en sus tentáculos a un niño que quizás ya habría perdido el conocimiento. Se dio cuenta demasiado rápido y volteó hacia ellos. Aika paró y, con completa soltura invocó el Hado 4. No sucedió nada, aunque el ataque había surtido efecto, aquél ser lo había esquivado con extrema facilidad. Se dispuso a atacarlos y en aquél preciso instante uno de los Shinigamis la salvó, desplazándose unos metros a un costado.— ¡No funcionará!¡Es demasiado rápido!. —¿Y aun así que iba a hacer? ¿Iba a permitirle que mate a sus queridos compañeros? Otros dos Shinigamis, cortando el tentáculo pudieron salvar al infante. Aun así, el enemigo no había desaparecido.

Se levantó y quedó frente a la criatura, el Shinigami la observó y después, a los demás que intentaban desesperadamente cortar a la criatura. No le daba tiempo de probar algo más.— "¡Oh, señor! ¡Máscara de sangre y carne, toda Creación, batir de alas, aquél que ostenta el nombre de Hombre! ¡Infierno y Poseidón, la barrera del mar surge marchando hacia el sur!". —Mientras pronunciaba aquellas palabras corrió, quedando a un lado del Hollow, extendió la palma de su mano hacia el frente. Debía de funcionar, no había alternativa. Concentró su energía en ello y, los demás al escuchar aquella mantra ya se estaban alejando del Hollow.— Hado 31 Shakkaho. —De su mano extendida se formó un halo de luz circular y de un rojo intenso, atravesó de lado al Hollow y, aun cuando intentó esquivarlo fue demasiado tarde, pues aquella rojiza luz incluso se intensificó suavemente de radio, destruyendo así aquella criatura al instante. Aika sonrió, a la par que los Shinigamis se reunieron a su lado, sonrientes. Todo había terminado.

Técnica aprendida:

¿Como dices? — Muramasa paró, como de costumbre llevaba las manos en sus bolsillos y seguía a pocos metros de distancia a Aika, esquivando las raíces que sobresalían, se estaba adentrando en uno de los bosques cercanos al quinto escuadrón. Paró y volteó hacia él. Su Zampakuto era extraña, su forma de pensar tan enigmática y complicada, que no podía simplemente entenderlo. Aun le causaba un extraño sentimiento verle allí, frente a ella, como si fuera una persona más, en carne y huesos, como los mismos Shinigamis.— Mi dominio del Shikai y Reyrioku fueron los principal motivos por el cual me eligieron como teniente... ¡Pero no quiero que vuelva a repetirse la misma historia que la noche anterior! Fue solo suerte que pudiera utilizar el Hado 31... No dejaré la vida de mis compañeros colgar de un hilo y no esperaré que la suerte me siga asistiendo. —No le había respondido a su pregunta y lo sabía, pero, esperó que volviera a preguntar. Volvió a andar al frente, Muramasa la siguió.— ¿Por qué no utilizas la sala de entrenamientos? —Inquirió al final. Aika sonrió, mas no volteó.— Porque se preocuparían. —Respondió.— Nadie reconocerá tu duro trabajo. —Tenia razón y eso, Aika lo sabía.— No me importa, yo deseo poder protegerlos. —Y ella tampoco mentía. Quizás, eso era lo mejor, que Aika Fuwa y Muramasa sean tan diferentes, que uno pensara una cosa y el otro algo totalmente diferente. Pero, ambos se respetaban.

Pararon en un claro, rodeado de árboles, era un lugar perfecto donde intentarlo, sin molestar a nadie en sus intentes. Tampoco era como si no le agradara, Aika amaba las cosas complicadas y esa, lo era, era una de aquella colección de cosas complicadas que se había propuesto aprender con la única intención de poder proteger a los Shinigamis que confiaban en ella, no para lucirse, ni para deshacerse de aquellos que pensaban que solo era un juego. — ¿Qué vas a hacer esta vez? —Inquirió Muramasa, detrás de ella, observándola como de costumbre.— El Hado 32 ¡Y aun hay muchos! ¡Pero realmente muchos!. —Y ella tenía poco tiempo, realmente poco. De golpe, se sintió como Alicia en el país de las maravillas y rió bajo.— Como sea, vamos a empezar. —En un principio intentó posicionando su mano al frente, tal y como lo había intentado con el Hado  31, pero, por mucha energía que intentara extraer, no era suficiente para hacer lo que debía, para empezar, su energía parecía perderse por el camino, totalmente diferente a lo que había visto en Adler, él, sí que era capaz de utilizar los Hados a la perfección y, cuando ella lo intentaba, la mayor parte del tiempo intentaba hacerlo como él, que sus técnicas sean hermosas y poderosas como las que había visto, pero, esta vez no salió. Se balanceó y cayó sentada al suelo por puro antojo, no estaba cansada y eso quizás se podía ver por la figura, aun presente, del espíritu de la Zampakuto. ¿Qué necesitaba? ¿Qué era lo indispensable para poder hacerlo? Pensó y, finalmente dio con la respuesta. Se levantó con gracia y desenvainó su kudaichi.

Llenó sus pulmones de oxígeno y, una vez más exhaló.— La próxima vez, quizás sea mejor que le pida ayuda a él. —Dijo para si, en un pequeño puchero meramente infantil. Muramasa cerró sus ojos, sonriendo con diversión, sabía pues lo poco que a Aika le gustara pedir ayuda, aunque sea ante aquél que prácticamente le había enseñado todo. Se levantó en el cielo y su oscura prenda se balanceó a compás del viento. Cerró sus ojos y se volteó, en dirección al bosque, donde nadie tendría que ver aquél halo de luz que estaba dispuesta a invocar. El espíritu de su Zampakuto se elevó también, y aunque lo hiciera, no la distrajo pues demasiado concentrada en lo que hacía estaba. Extendió la espada ante su pecho, horizontalmente y con el filo hacia el frente.— Hado 32 Okasen. —Mientras pronunciaba aquello con suavidad, pasó la palma de su mano por el dorso de la espada, como si la acariciara. Pudo ver con jubilo como la energía se canalizaba a ella y, tomando un brillo dorado arrojar un haz de luz poderosa varios metros frente a ella, era eso, su poder espiritual y sonrió, sabiendo que, era una victoria y que algo nuevo y místico la esperaría después. Estaba un paso más al frente, hacia su deseo. Muramasa, atrás, la seguía observando con ojos difíciles de definir.

Técnica aprendida:

aceptados