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Mensaje por Lord Zero Miér Ago 20, 2014 11:17 am

Con lentitud Zero abrió los ojos, haciéndose a la idea de que aún no había muerto… una vez más se hallaba tumbado sobre la incómoda cama en la que agonizaba cada vez que despertaba, dentro de su celda de aislamiento. Sus heridas habían sido tratadas, lo que significa que desgraciadamente… pensaban volver a torturarlo. Esa idea le produjo escalofríos de nuevo, le retumbó en el alma y percutió en su cerebro pasando por cada una de las marcas de su cuerpo, nadie se merecía lo que a él le estaba pasando en este momento…

Pasó la mano por cada una de las cicatrices y heridas que se hallaban en la parte visible del cuerpo, no quería pensar en el tiempo que le estuvieron torturando, pero según lo que recordaba fue poco tiempo, apenas dos minutos y consiguió que se desmayara. Descubrió en ese momento su poca tolerancia ante su dolor, sintiéndose impotente de nuevo al haber demostrado que ella era más fuerte que él en ese aspecto, que por esta vez le había ganado una partida fatal de la que no volvería a repetirse; en sus pensamientos anotaba con suma cautela una idea que le machacaba por dentro: “Torturadora: I, Recluso: 0”.

Un sentimiento de ira inundó su alma al recordar todo lo sucedido. Como un animal acorralado, dejó que aquella chispa se transformase en la llama que como última voluntad intentaría provocar un incendio. Se levantó gritando a los todos los infiernos maldiciendo el silencio que reinaba en esta zona de oscuridad, se movió alocadamente por la celda, descubriéndose una y otra vez poseído por cientos de demonios…por desgracia, conocía mejor la estructura del lugar que los propios guardias, y sabía que no disponía de ningún medio para escapar, por lo menos por su cuenta. Solo le quedaba cerrar los ojos, y aceptar su propio fin, mientras poco a poco el cansancio le iba venciendo y volvía a dormirse.

En sus sueños recurrió a la violencia como forma de huir de aquella joven de rostro acariciado por el sol, deseó golpearla y sentarla en aquella silla infernal, inyectarle su propia medicina y esgrimir su bisturí contra la carne endemoniada de ella. Deseó acabar con la vida de ella en sueños, pero ni siquiera allí su reflejo no hacía más que torturarle en sueños, nada más que mostrando su tono meloso y estudiado junto con aquella perfecta sonrisa de perlas hacían que la tortura fuera el doble da agónica, hacían que la miseria de los hombres marcados parecieran la perdición de la carne que agonizaba al verla entrar en la sala, ni siquiera allí, en su sueño…ella le dejaba de torturar, quizás esa fuera su habilidad… meterse en tu pensamiento y hacerte ver que… la apreciabas, una idea bastante inverosímil pero… tan cercana…

El tintineo de unas llaves provocó su despertar. Haciendo caso de su instinto animal aún resentido por la tortura, Zero saltó desde su cama y miró mas allá de sus barrotes para descubrir quién estaba abriendo la puerta de su celda. El olor putrefacto del frío hacían que la idea de estaba amaneciendo, por supuesto una idea imprecisa. No entendía el desespero de aquel guardia por hacerle salir de la celda a la que había sido confinado, no entendía lo más mínimo, tan solo sabía una cosa cuando asomó la cabeza fuera de su punto de seguridad: todos estábamos saliendo.

Exactamente, no entendía el mínimo sentido de aquella situación, casi nunca en las dos semanas que llevaba le habían sacado de su celda, y menos aún había sacado al resto. Se colocó tras un pelirrojo de cara cortada por una navaja, un tanto más viejo que él y de aspecto mucho más robusto desde su espalda, marchó según el paso de los demás mientras preguntaba a los compañeros contiguos que pasaba. - ¿Aún no te has enterado chico? Nos llevan al patio, como perros…- Dejó atrás la tranquilidad de su cárcel, paso a paso fue alejándose de su ponto de seguridad, del único lugar donde estaría cómodo, era extraño notar como perdías una parte de él nada más alejarte, era extraño sentir como pertenecías a algo tan burdo como cuatro paredes de piedra rústica y de sangre marcada. Era extraño sentir algo de patriotismo por querer defender ese lugar.
Simplemente extraño.

Cada nuevo pasillo que cruzaba, Zero trazaba un mapa mental, dándose cuenta que la prisión era más vasta de lo que se imaginaba. Continuó reflexionando, y por primera vez desde que estaba en la prisión se dedicó a pensar por qué estaba allí, el por qué de la razón para encerrarles y menos aún para sacarles fuera.

Llegaron a lo que parecía el final y el guardia que los comandaba les abrió una puerta y con él el primer destello de luz natural que habían observado hace muchísimo tiempo. Casi al unísono levantaron la mano para cubrirse los ojos ante aquella cegadora luz… los ojos doloridos del joven parpadearon repetidas veces, con el objetivo de ver con nitidez que se encontraba más allá.

Cuando al fín se acostumbraron un poco a la luz, observaron los cientos de puestos y murallas que componían la prisión de Las Noches… Zero en un impulso de ira apretó la mandíbula con una fuerza implacable, maldiciendo el mismo momento en el que se había creado esta prisión fortificada. Nada era tan demoledor como darse cuenta que no podrías nunca a menos que se obrase lo que la gente llama un milagro. Odió el mismo momento que empezó a vislumbrar lo críptico de su situación, ningún hueco libre, ningún resquicio desprotegido, ninguna opción para escapar de esa jaula de hierro y acero en la que se había convertido el hogar de aquellos presos malditos.

Consecutivamente oyó las gargantas secas de sus compañeros, muchos por primera vez aquí como el joven, odiaron ese momento en todas sus vidas. Se le encogía su falso corazón nada más pensar en que no tendría posibilidades de escapar, y menos por aquí… por este palacio fortificado.
Intentó inaugurar una nueva mirada en la que no pensara demasiado dirigiendo su vista hacia donde estuviera el personaje más curioso, el que menos pintara en este reflejo de la hipocresía humana; así le encontró, un hombre robusto de cara angosta y rígida como si del mismo cuero se tratara, su mirada coincidía con su cara, unos ojos filosos que podrían cortar la misma niebla. Su vestimenta era tan atípica como su presencia allí, iba vestido como toda la guardia que había visto: chaqueta larga hasta las rodillas de apariencia clara con pequeños detalles en gris y otros tonos oscuros que indicaban una condecoración o quizás su rango. Así que mantuvo su atención hacia los detalles más relevantes. Acababa de mover las manos, una de ellas portadora de su "agujero", pidiendo la atención del pueblo preso.

- Bienvenidos a Las Noches, disidentes. Agradecemos profundamente vuestra colaboración involuntaria para los avances... científicos que llevarán a nuestra raza a la gloria. En el nombre de Su Magestad, os concederemos una hora al día aquí, al aire libre...- Dijo el arrancar, posiblemente una fracción, de la prisión con su aspecto airado. Sus ademanes convertidos en fugases esplendores de una vida pasada, no hicieron más que atraer la fugaz incógnita de cómo había sido aquel personaje antes de ser corrompido. ¿Qué había cambiado en la mentalidad de aquel retorcido personaje para que les dejase disfrutar de un rayo de luz al día? Nada hizo más fulgor en la población presa que la misma noticia de una pseudo libertad. Por primera vez desde su llegada, Zero observó que quizás no todo estuviera perdido. Junto aquel pequeño de rayo de luz que les había otorgado, podía nacer nuestra anhelada “esperanza”.

-Ahora disfrutad de vuestro primer día como si fuerais joviales estudiantes, no os molesto más… ¡descansad!- El arrancar al mando se fue con paso elegante y seguro, presumiendo de una victoria que contaría como una batallita “he dominado a los presos”. Todos sus seguidores reirían al oír ese comentario, pero por supuesto no en un tono de burla, sino despectivo… a los animales no se les domina, se les pega por rechazar a su amo.

Tan pronto como se marchó, un silencio pesado se hizo con el control sobre la plaza donde residían aquellos malditos condenados. Zero pudo notar claramente la ansiedad que se mantenía en el aire, imaginaos el pesimismo de no haber podido hablar con nadie, de no haber podido compartir ideas, ese era el vacío que se había dejado aquí; un vacío que con el tiempo se llenaría. Incluido él mismo se sintió extraño al tener tanto espacio abierto, algo como la agorafobia entró en sus carnes, intentó no hacerle caso. Así que, con aire sombrío, caminó entre los presos con la tenue esperanza de encontrar alguien que le ofrezca algo interesante con lo que entretener su mente. Por suerte, no tardó en encontrar algo. Habían dos presos peleándose, al parecer desde el mismo momento en el que se fue el Señor feudal. Las ropas de estos eran diferentes, de diferente calidad, de diferente textura de diferente brillo… eran completamente diferentes.

- Somos un juguete, experimentarán con nosotros y cuando dejemos de serles útiles nos desecharán... -
- Esto es un error, yo he venido a unirme a las filas como Número... esto... -
- Realmente eres idiota. Careces de nivel y poder para aspirar a ser siquiera lameculos -
- ¡El único lameculos es el cerdo que me metió en esto! -

Su desorden se extendió entre los presos, que comenzaron a discutir también poniéndose de parte de uno u otro. Pronto los murmullos se transformaron en gritos, la calma en insultos. Zero no intervino, más bien observó cómo se extendía con un desdén de diversión ¿en vez de tratar de unirse se pelean? Incluso los guardias comenzaban a ponerse nerviosos e insultar a los presos, lo que solo aumentaba su disgusto. Se apartó del grupo principal donde se amenazaban unas importantes palizas por parte de los guardias, le encantaría ver… como nos trataban

Pero antes de ver como estallaba todo en una pelea de puños, aparece de nuevo el arrancar con el semblante claramente enfadado. Abrió la boca y gritó algo que Zero no pudo escuchar bien, pero todo a su alrededor se convirtió en silencio.

-Putas mierdecillas parlantes, ¡escuchadme! ¡¿Os he dado un puto regalo y así es como me lo pagáis?!...- La lengua del arrancar al mando parecía aún más manchada por los insultos que la de los presos, se sorprendió de que tales palabras les fuera permitido decirlo aún así, movió su cabeza como gesto de desprecio, le había tomado por un hombre de buenas maneras, por alguien que no perdía la paciencia… falsa esperanza de encontrar alguien relativamente listo. Su voz comenzó a bramar de nuevo, ahora con aspecto mucho más calmado, había perdido el color rojo de entre sus mejillas: -… Os he regalado una hora de libertad al día… y os habéis dejado llevar como perros hacia una sangría desobedeciendo a vuestro señor… insolentes; ahora os pediré algo a cambio para resarcir vuestros actos… ¡matad a esos dos engendros!-

Las miradas de asombro cobraron vida en aquel instante, todos incluido Zero abrieron los ojos con la sorpresa como bandera. Muchos se miraron entre ellos y comenzaron a observar a ambos presos con verdadero pavor el hecho de que le pidiera eso conllevaba a nuevas órdenes, ahora éramos parte de su ejército personal y eso a nadie le gusta. Zero se alzó con la voz cantante entre todos con un gruñido que prevaleció frente al silencio forzado.

-¿Qué dices preso? ¿Serás tú el primero?-

Zero giró su cabeza ahora observando directamente al "Gran señor", caminó dos pasos hacia delante con suma tranquilidad preparando las palabras que iba a decir: -Emm…- Kyle hace una leve pausa con expresión pensativa -Lo siento, pero no recibo ordenes de una escoria tan repugnante - Termina diciendo con tono imperioso.
Las palabras fueron brotando poco a poco de la garganta, su tono fue más que claro, una muy poca fina mofa… herir en el orgullo a aquel ser que se hacía llamar “Hombre”. La mirada del Señor cambió de ser una diversión sádica a no ser más que pura ira, las mandíbulas cambiaron de posición y no hizo más que ratificar la opinión de Kyle, una persona vasta, sin ningún tipo de genialidad.

-¡Insolente hijo de puta!¡Guardias, dejad a esos bichos y traedme ese preso a mi despacho!¡YA!-

Los gestos se hicieron cada vez más burdos y simples, menos elegantes si podía. Los presos respiraron con cierta tranquilidad y agradecieron de forma silenciosa que fuera otro quien se llevara el castigo. Todos los presos contrajeron la respiración, observaron como los guardias de mala gana bajaban hasta ellos y le ponían unos grilletes al joven que con una sonrisa entre los labios partía hacia el destino que le esperaba en forma de ser rabioso que insultaba en vez de educar. Los pasos acelerados de los guardias se hicieron presentes entre los presos, quitándoles de su puesto a empujones. Apenas tardaron en alcanzar al joven Zero y llevárselo de aquel triste lugar entre el tumulto de presos… el camino que tomó fue distinto, distinto al que recordaba al venir, sí reconocía algunas entradas y salidas pero sobre todo… recordaba aquellas escaleras, escaleras inclinadas de aspecto rudo y poco elegante. Recordó los pasillos que observo el día anterior y por último recuerdo la puerta de hierro al fondo del pasillo… lúgubre, igual que la recordaba… inamovible y por derivado recordó el dolor de las agujas; para su suerte dobló la esquina de la que antes creía su libertad, pero para su sorpresa no era más que parte de otro pasillo parte de otros lujosos que para tratarse de los de una prisión, se veían demasiado únicos con cuadros colgando por la pared y pequeñas reliquias, ocultando tras ellas una historia de tal vez siglos.

Afortunadamente aquel extraño trayecto no duró mucho más que el anterior; los insultos de los guardias eran menos ingeniosos que el propio Jefe y perdían cada vez más gracia según pasaba el tiempo. Ante tanta ignorancia no hizo más que mostrar una sonrisa sarcástica, tan estúpidos y aún así se empeñaban en vigilarnos .

Los guardias introdujeron a Zero en un gran despacho de extensas dimensiones. Admiró la alfombra roja que cubría el suelo, los enormes cuadros que se extendían sobre los muros forjados de piedra, con preciosos marcos rodeados con oro y otros ajuares. En ellos se hallaban pintados personajes históricos de todas las clases; Galen el Conquistador, sentado al dedo de un trono vacío y sosteniendo una bandera entre sus manos, mientras una herida sangrante se dejaba derramar desde su pecho asta el suelo, tiñendo el escenario de un rojo fúnebre; Lynae, reina de los arrancar, mujer esbelta reconocida quizás más por sus curvas que por sus innumerables actos políticos y acuerdos casi imposibles con los quincy. En medio de ambos casi como cruceta se hallaba reposado una única mesa de madera con una silla a juego, de elegante tallado casi señorial adaptado para un trabajo de oficina, ahora estaba cada vez más seguro… la prisión no era realmente aquello que parecía, sino un lugar recóndito en el mundo del cual se desconoce su existencia.

-Bien, ahora atadlo. Luego iros- Ordena el Líder de la prisión al entrar y sentarse en frente del escritorio como si fuera un rey. Esperó con cierta impaciencia a que los guardias terminasen de atar a Zero e irse antes de continuar hablando. –Bien, ahora podemos discutir sobre tu… comportamiento.- Muestra una de sus sonrisas malévolas mientras saca de uno de los cajones un abrecartas, jugueteando unos momentos con un instrumento entre sus dedos… tal y como lo hacía un comerciante con una moneda. Ya con el ánimo calmado, se levantó el alguacil y rodeó el escritorio regodeándose de aquel momento; él era quien mandaba.

-¿Ahora es cuando te declaras, no?-

Se hizo el silencio, apreciando como el rostro del Señor se contorsionaba en varias expresiones cargadas de oleadas de ira y odio casi a partes iguales. Terminó aquel preciado silencio por romperse con un derechazo directo al rostro de Zero, sintió el dolor del impacto de los nudillos contra su cara. Reprimió una mueca de dolor para. Un golpe tras otro en forma de tormenta encontraba su cuerpo, cada nueva acción del Señor provocaba una nueva herida en su cuerpo sangrante que teñía cada centímetro de su cuerpo. Sin embargo, a pesar de la violencia de los golpes, su cuerpo no pareció resentirse en demasía; aquella persona era débil... con el privilegio de su rango, pero débil.

El sabor férrico de la sangre al pasar desde el corte de su labio hasta sus papilas gustativas fueron uno de los sabores más extraños que había probado, el ardor en las mejillas de una paliza de un experimentado hombre de batallas junto con el dolor de sus huesos le mantenía despierto o mejor dicho, consciente. Cuando consiguió una tregua se pasó la lengua por la herida para limpiarla y escupir la sangre sobrante que discurría de sus labios hacia la alfombra.

Llegó un punto en el que ya no sentía dolor y tan solo sonreía a cada golpe, no era sadismo ni siquiera era pura complacencia, tan solo una burla, algo que golpearía mucho más su orgullo que aquella paliza que sufría. -¿De qué te ríes, engendro?- Masculló con ira el Señor feudal, pasándose las manos por los nudillos machacados por los continuos golpes.

Zero prefirió no responder, tan solo se limitó a cerrar los ojos y sonreír mientras la sangre discurría por su rostro herido y algo maltrecho por los últimos acontecimientos. Pronto las sombras se inclinaron ante él y tomaron forma a su alrededor, siniestras, pero era su risa la que se superponía a cualquier otro sonido... asta que llegó el grito, que agónico agitó las paredes antes de conocer su final.

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El despertar {Pasado - Entrenamiento} Empty Re: El despertar {Pasado - Entrenamiento}

Mensaje por Kyobimaru Miér Ago 20, 2014 4:25 pm

entrenamiento aceptado puedes poner la tecnica en tu expediente
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