Domain {Entrenamiento}

Sus labios cansados arrastraron un puñado de palabras que ensuciaron el aire, maldecían la tierra y su nombre, a aquellos que la habitaban y hacían de ella su prisión particular. Aquel era el pensamiento del joven Rey, alzado sobre lo que le parecía una tumba de arena de la que era guardián, la protegía y hacía de sus caminantes marionetas. Un bufido ligeramente exasperado volvió a manar, definitivamente aquel no era un buen lugar para estar, pero en aquel mundo... no había ningún lugar idóneo. Así pues, volvió a centrarse en sus pequeñas "prácticas".

Un haz rojo de Reiatsu manó de sus manos, acumulándose con gran intensidad momentos antes de desvanecerse entre cientos de volutas que pasaron a formar simple inmanencia artificial. Una nueva maldición manó de sus labios, su desarrollo había resultado distinto; la más alta autoridad del Hueco Mundo había caído a sus pies, pero aún no ha alcanzado a dominar siquiera una habilidad sencilla como el Cero.

Los intentos que le precedieron calleron en el mismo resultado. La energía acumulada terminaba por difuminarse justo en el momento de la liberación, haciendo inútil el gasto de energía... la pregunta es... ¿Cuál es la razón? La posible respuesta era que no retenía lo suficiente la energía; la acumulaba y en el momento de liberarlo, hacía algo erróneo. Aplicando esa idea, debía buscar la forma correcta de "liberar" la energía del Cero en la ráfaga que deseaba. Su mano comenzó a emitir de nuevo el brillo rojizo característico de su poder, lo recordaba... en su momento supo controlarlo, pero la racionalidad apartó aquellas habilidades que ya tenía descritas por el instinto. Debía recordar aquello que ha olvidado.

Extendió su mano con sumo cuidado a las montañas que se cernían en la lejanía, mientras la esfera del Cero se acrecentaba en sus dedos. Pronto, la energía comenzó a irradiar suaves destellos... lo liberó. La explosión que lo precedió fué terrible, y el cuerpo del Lord calló pesadamente al suelo, no a mucha distancia. Había liberado de forma errónea su reiatsu, y en vez de tomar forma de ráfaga, generó una explosión... Mientras se fué levantando, las heridas se cerraban como habilidad propia de los de su especie... asta que se levantó, mostrándose indemne salvo por su ropa ahora destrozada y ondeando al azote de los vientos. Un gruñido se levantó desde su garganta, había sido un experimento desagradable... y no pensaba retornar a las Noches sin haberse hecho con el dominio de aquella habilidad.

Una vez más, alzó su mano hacia el horizonte, donde se podía distinguir unas montañas semi-difuminadas desde la lejanía, y alteradas por el calor del desierto. El brillo escarlata manó de sus dedos, tomando forma de una lanza de luz que cruzó espacio y tierra asta perderse donde no alcanzaba su vista. El sordo estruendo de su choque se escuchó tenue desde su posición, y con una sonrisa cargada de satisfacción, volvió en sus pasos a Las Noches...

Spoiler:

La práctica de la espada era un Arte que jamás se debía dar por vanal. Independientemente a tu especialidad, se requería de estas importantes cualidades para desempeñar un digno combate en los momentos necesarios... pues, ¿Qué era más poderoso que un buen acero? Hay quien prefería evitarlo, pero esas personas o bien, desconocían el arte del combate... o se especializaban en cualidades que no le permitían arriesgarse de esa forma.

Bajo los vientos del desierto, Lord Zero cerró sus dedos en torno al mango de su Zampakutoh. Notó el tacto cuerizo y familiar bajo su piel, el mismo que había tomado tantas otras veces para dar por terminada una vida. Se aferró a esta con fuerza... y aplicó la primera técnica de un arte olvidada, sólo mantenida sobre los espadas; el Estilo de la Espada Rota. Concretamente, aquella era la técnica de la Sombra Caída, caracterizada por un rápido desenvaine de Katana destinada a cortar carne y huesos de forma limpia. Existen dos claves para dominar este movimiento; la técnica, para desenvainar la hoja de la forma correcta para realizar seguidamente un corte, y la velocidad... pues esta era una habilidad más bien sorpresiva, útil para instar al enemigo a atacar antes.

Siguiendo la teoría básica de como realizar el movimiento, lo puso en práctica. Un torpe movimiento dio inicio al rápido desenvaine, que cortó el aire veloz pero tambaleante. Era de esperar que en el primer intento, a pesar de su previa experiencia con las armas de filo, no le saliera correctamente. De ahí nacía la constancia, con la cual volvió a envainar su espada y repetir el proceso. Una, dos, tres y las veces que fueran necesarias, cortándo el aire así como su respiración comenzaba a perturbarse a causa del esfuerzo. Pronto lo que parecía un movimiento tambaleante ganó firmeza, y la torpeza de lo que antes era su desenvaine adquirió la habilidad propia de quien se ha acostumbrado a su filo. El último intento fué una ejecución perfecta, rápida y ligera como un beso. Guardó la hoja y se marchó.

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